
Me has dicho esa frase tantas veces, mientras tapas tus orejas con tus manitas, cierras con fuerza tus ojos, enroscas tu cuerpo como un caracolito y emites sonidos de dolor.
Es cierto vivimos frente al mar, pero su sonido que para mí a veces es casi imperceptible, a ti te causa mucho sufrimiento. Trato que tu dolor físico no nuble mis pensamientos, ya que debo pensar como cambiar tu atención de ese estimulo que no veo, oigo o siento. Te abrazo fuerte, tú te pegas a mi regazo como queriendo volver a mis entrañas.
Te canto o te cuento un cuento y poco a poco tratas de dormir, casi siempre ayudada por medio gramo de melatonina que te permite con mayor facilidad conciliar el sueño. Poco a poco vas bajando tus manitas, enderezando tu cuerpo y entras a ese sueño profundo que desde hace no mucho, disfrutas.
Y entonces empiezan mis cavilaciones, me acuerdo de lo escrito por Temple Grandin (persona con autismo de alto funcionamiento)
”Un niño con autismo cubrirá sus orejas porque ciertos sonidos hieren sus oídos. Es como una reacción de sobresalto excesivo. Un ruido súbito (igual que uno relativamente débil) a menudo hará que su corazón galope o corra”.
Y me pregunto como te ayudo. Y surgen los pendientes, la prueba de potenciales evocados auditivos, que es importante, pero después de una evaluación de prioridades no fue catalogado de “urgente”. Estas últimas noches cambio de categorización
Entrenamiento auditivo o entrenamiento para la integración auditiva (método Tomatis, Guy Bernand, etc), no hay en el país, fuera de él; por ahora inalcanzable económicamente.
Estimulación auditiva, en cantidades industriales, pero al parecer todavía insuficiente.
Si Mika, tu sensibilidad auditiva es uno de tantos frentes donde tenemos que pelear, pero allí estamos, en primera en fila.