viernes, 25 de enero de 2019

MEDICAR O NO MEDICAR EN EL AUTISMO DE MIKA

 
 
Antes de narrar nuestra experiencia en este tema debo puntualizar que no estoy ni a favor ni en contra de la medicación, considero que cada niño, adolescente y adulto es único, que sus circunstancias, vivencias y contextos son distintos y por ende nadie tienen derecho a juzgar las decisiones que toma la familia (cuando la persona es menor de edad o debe tomarlo por el por diversas situaciones) o en su defecto el (cuando esta en la capacidad de hacerlo).
 
Cuando recibimos las pastillas o al menos la receta no cuestione mucho al psiquiatra, pensé que no era una decisión que debía tomar en ese momento debía leer investigaciones al respecto, evaluar el costo beneficio y finalmente ponernos de acuerdo con el papa de Mika.
 
Esa noche leí y releí mucho sobre la seguridad de la risperidona y sobre todo sus efectos secundarios. A su favor estaba que es una droga  que en el 2006 fue aprobada por la FDA para el tratamiento de la irritabilidad en chicos y adolescentes con trastornos autistas pero sus efectos colaterales estaban circunscritos a "insomnio, nauseas, ansiedad, tontura, hipotensión, rigidez muscular, dolor muscular, temblores, sedación, aumento de salivación, aumento de peso, dificultad de raciocinio y cambios hormonales". Todos los efectos me preocupaban pero sobre todo este ultimo ya que coincidía con que Mika estaba en plena adolescencia donde ya de por si hay cambios hormonales. Paralelamente tenia a Mika diciéndome que en que momento iba a tomar la medicina para quitarle lo malo del autismo. En un momento pensé comprar caramelos o algo similar y dárselo como efecto placebo para que ella creyera que lo estaba tomando mientras decidíamos si tomaba o no la risperidona.
 
Otra de las cosas que me daba vueltas era que alguna vez en una invitación de trabajo haciendo incidencia política me reuní con neuropediatras y psiquiatras y durante las conversaciones que tuvimos les pregunte si existía algún protocolo para determinar o definir si una persona con autismo debía medicarse o no. Me dijeron que no, que era una decisión del profesional y que mucho dependía que tanto la familia se afectaba con el comportamiento del niño o adolescente, concluí que el objetivo de la medicación estaba era mas enfocado a dar calidad de vida a la familia que al propio niño.
 
Entonces después de seguir leyendo decidí que prefería tratar esa irritabilidad a través de terapias. El papa de Mika me decía y si probamos para ver si realmente ayuda. Pero cuando le di a leer los efectos secundarios me dijo ni modo creo que iremos por el camino mas largo.
 
En esa decisión también nos sirvió la opinión de los terapeutas de Mika, quienes estuvieron de acuerdo en que no era necesario, inclusive una de las psicólogas que trabaja conmigo que comento que ella estaba convencida que las dolencias de un familiar muy cercano se debían puntualmente a su ingesta de risperidona.
 
Tuve algunos meses las pastillas en mi cartera. Hasta que se los regale a un papa cuyo pequeño venía tomando este medicamento desde algunos meses atrás , el se trasladaba  y traslada desde una provincia del interior del país a Lima para obtener estas pastillas pero por una serie de motivos no había logrado conseguirlo en el hospital.
 
Al tiempo asistí en una taller sobre capacidad jurídica en personas con discapacidad y conocí un colectivo que me hizo pensar y reflexionar sobre los derechos humanos en la salud mental. El movimiento se llama Locos por Nuestros Derechos, los escuche y he podido ampliar mis concepciones con respecto al tema de la medicalización, eso por supuesto es un conocimiento personal que me permite tomar decisiones personales y no cuestionar las decisiones que pueda tomar otras personas o familias.