Hace algunas semanas atrás tuve una pequeña conversación con mi marido porque el término “ANGEL” para mi hija no me cuadraba del todo, mejor dicho para nada. Ya que firmemente creo que esa “etiqueta” no ayuda en nada en su inclusión social y/o educativa.
Pensé que era la única mamá que estaba convencida de ello o al menos que lo decia abiertamente, pero he quedado gratamente sorprendida que no es así. Que algunas mamás blogueras comparten mi punto de vista (y seguramente somos muchas más).
Dejo sus puntos de vista los cuales comparto 100%
Es que hace unos días una persona llamó "ángel" a uno de mis hijos, a Cristóbal, el que ha sufrido más físicamente, el que tiene una discapacidad. ……..
Sé que en ellos han quedado huellas de lo vivido, pero eso no los convierte en seres superiores ni inferiores a nadie. No sé si me explico bien: creer que son ángeles es, para mí, esperar de ellos más de lo que quiero esperar…….
Amo que sean lo que son: seres humanos imperfectos, nada de ángeles, sólo tres pollos que viven una vida bastante parecida a las de sus amiguitos del colegio……
Nunca quise tener ángeles, y no espero que se comporten como si lo fueran. Quise tener niños y los tengo. Y doy infinitas gracias a la vida por ello.
Con esto no pretendo juzgar a las personas que consideran ángeles a sus hijos "especiales, para nada. Sólo que a mí me suena más como a una expectativa extremadamente alta que como un cumplido o piropo.
Carolina del blog
http://www.martinunproyectodevida.com/ en su entrada: “Cuando Angel es un insulto”.
Siento ira porque decirle “Ángel” a Martín es negar su condición de niño y tratar de “compensar” el que haya nacido con una discapacidad. O por lo menos con ese “tono” lo enuncian las personas que me lo han dicho. Decirle “Ángel” es segregarlo, sacarlo de su grupo de pares y ponerlo por encima de los demás niños. No señores, ni por encima ni por debajo, Martín es igual a cualquier niño de su edad, que eso quede claro. No es un ángel, su discapacidad no lo convierte en un ser superior, pero tampoco en uno inferior. Es lo que es: un niño común y corriente de casi 7 años de edad.
Sospecho que detrás de esa nominación hay realmente un dejo de lástima por parte de la persona que lo dice. No sabe cómo llamarlo, no sabe cómo nombrar nuestra realidad, no sabe cómo sentirse frente a Martín, ignora cómo interactuar con él, así que si lo llama “Ángel” se ahorra el esfuerzo que le implica re-conocer en Martín a un niño simplemente.
También tienen la manía de decirme que he sido bendecida por Dios al tener a un hijo como Martín. Ni bendecida ni maldecida. He sido afortunada de ser mamá tanto de Martín como de Miguel. Y es aquí donde se me empieza a subir la temperatura. La línea que separa la lástima de lo “milagroso” es bien difusa, así que no caigan en ese juego ni me provoquen una úlcera por favor. Llamen a Martín por su nombre, vean en él a un niño común y corriente, sin expectativas angelicales. Les aseguro que se sorprenderán al darse cuenta de que pueden interactuar con él como lo hacen con cualquier otro ser humano.
Mariana del blog:
http://marianahandal.blogspot.com/ en su entrada ¿Angeles en la tierra?...No gracias
Nuestros niños no son ángeles por tener Down. Considerarlos como tales les ha hecho mucho más mal que bien. Primero porque a un ángel no se le trata como igual, sino con ciertas consideraciones y deferencias, que en el caso de nuestros niños resultan fatales. Ellos deben vivir una vida normal. Ser tratados de forma distinta acarrea retraso emocional e inseguridad en ellos. Deben vivir como cualquiera. Recibir de la vida los golpes que cualquier niño enfrenta durante su crecimiento y más aún, los propios que vendrán por su condición especial.
Detrás de esa frase en apariencia compasiva y llena de buena voluntad, que pretende reconfortar a un padre descorazonado, se esconde una concepción terrible.
Decir que una persona Down es un ángel, implica que su retraso mental es tan grave, que lo mantendrá siempre alejado de las cosas mundanas. Implica que dado que sus discapacidades son tan profundas, no podrá ocuparse de las cosas de las que usualmente se ocupa un hombre o una mujer común y corriente. Más aún, implica que JAMÁS podrán ser como otros, como el vecino, como el compañerito que hace travesuras, como el primito que hace berrinches y desea reafirmar su voluntad y personalidad. Implica encasillarlos a todos dentro de un mismo estereotipo: el de la persona eternamente niño y buena. Y esto está muy lejos de la realidad……….
La imagen del Down inactivo, casi estático, nos viene dada en nuestra cultura debido a las pobres víctimas de hace cuarenta o veinte años, producto de padres acomodados y acobardados, que no intentaron dar a sus hijos una vida normal, porque un médico les dijo que no iba a poder, que sería un “angelito”, y que de nada valía intentar normalizarlo.
Y yo me pregunto: ¿Es eso lo que se hace con un ángel? ¡Por Dios!
Pues bien, mi Mariana no es un ángel. Es una niña como todas, que se enoja, que hace berrinche, que exige, que pelea con su hermana, que le jala las orejas al perro, que inspecciona el inodoro, que cierra las puertas con gran estruendo, que tira su plato si la comida no le gusta, que le jala el pelo a su hermana, etc.
Mi Mariana crecerá sin alas, con sus aciertos y errores en la vida. Como todos. Como yo, como su hermana, como su papá. Porque el Down trae consigo otras cosas, menos las alas. Menos la lástima. ¡No se las impongamos nosotros!